viernes, octubre 07, 2005


33. Prima-vera (meiosis)
Mario aguanta respiración y mira desde el último piso de su facultad el campus universitario que se expande entre los edificios y los árboles altos, mientras el cielo gris avanza y las nubes de algodón son reemplazadas a veces por un sol radiante que baña la ciudad de un color extraño.
Lleva la mochila colgada a la altura del antebrazo. Tiene el pelo desordenado y barba de hace más de un mes. Anteojos con resina photogray. Bigote. En la cabeza lleva un par de audífonos del que sale una música estruendosa.
Carolina lo ve así cuando lo aborda.
- Oye.
Mario voltea y se saca los audífonos. La música que escucha es una suerte de rock pesado. Como todo lo que consume Mario, la música es pesada.
- Carolina, ¿cómo estás?
- Bien.
Ambos se quedan callados. Mario sigue contemplando el cielo mientras avanza sobre sus cabezas. Los árboles y los edificios de la universidad se mueven con el viento.
- ¿Cómo has estado tú?
- Bien.
- No has estado yendo a clases.
- No.
- ¿Qué has estado haciendo, entonces? -pregunta Carolina, después de unos minutos.
- Lo de siempre. Me tiro la pera, fumo todo el día y a estas alturas ya estoy muy confundido.
Poco a poco se va haciendo de noche.
Alguien que jugaba fútbol se los quedó mirando largo rato parado encima la canchita de cemento.
Una chica sentada en una de las bancas del campus le perdió atención al libro que leía, los miró y pensó que ambos hacían bonita pareja.
- Deberías entrar al salón de vez en cuanto. En un mes son los parciales.
La pelota salió de la canchita de cemento y rodó hacia la cafetería.
Mario suspiró:
- Por favor, Carolina, dime algo que no sepa.
Uno de los que jugaban fútbol le pidió la pelota a una chica que caminaba cargando unos libros.
- ¡Patea!
La chica se detuvo. Rozó la pelota con zapatos de tacón alto.
- Las mujeres no sirven para nada...
- ¿Sabes quién está en mi clase de Dinámica y comportamiento?
- Winston Churchill.
- No. Nada que ver.
Y después de un rato:
- Tu prima.
Mario cambia de expresión. Sonríe. Después de un rato, deja se sonreír.
- Ja, ja, ja.. -Mario se echa a reír.
- ¿De qué te ríes?
- Ya sabes, de lo pequeño que es el mundo...
Carolina lleva un saco marrón largo y el pelo mojado, cubierto con una especie de crema hidratante. Huele bien y eso hace que a Mario le den ganas de regresar.
- No soy tu prima.
- Ya sé.
Y después de un rato:
- ¿Cómo es que te diste cuenta que era mi prima?
- No soy tan cojuda.
- Es que era muy obvio.
Al principio, Carolina no sabe qué decir.
- Sí, ¡era muy obvio!
- Pero eso ya no importa, Carolina.
- ¡No! ¡Sí importa! ¡Yo importo mucho! Yo sí importo mucho. ¿Y sabes qué? Desde que empecé a salir contigo siempre fui... mierda... la sombra de ésa huevona, y ahora ella está en mi salón y la tengo que ver cuatro veces por semana, dos veces los martes. ¡Llevo dos cursos con ella!
- Debe ser horrible.
- Sí, es muy horrible.
- ¿Pero cómo te diste cuenta?
Carolina se queda mirándolo. Detrás de él se hace de noche. En la universidad se prenden las luces de los edificios, los salones de clase, las oficinas y los postes de luz que alumbran la canchita de fútbol con unos reflectores enormes.
- Son tan parecidos. -Carolina siente un nudo en el estómago.- Lo peor de todo es que ella también se llama Carolina.
- Sí.
Y después de un rato:
- Es un amor estúpido el que sientes por ella, pero yo soy más estúpida todavía.
Mario vuelve a darle la espalda para contemplar la ciudad universitaria. Los edificios de luces prendidas y los árboles. De aquella música estruendosa que sale de sus audífonos Carolina logra identificar “All Apologies” de Nirvana.
- Mira, ahí está...
Mario la señala. La chica de rulitos camina contenta por el cemento que atraviesa el campus y riega el jardín de banquitas de madera y metal como si fuera un parque. Saluda a la chica que está leyendo un libro, le da un beso y se sienta junto a ella. Ambas conversan. La chica de rulitos lleva lentes, una casaca de buzo, y su pelo, lleno de rulitos, la acompaña a todas partes, junto a la mochila de cuero marrón que lleva en la espalda.
- No sé como puedes estar enamorado de ella.
Mario la mira.
- Mira ahí va.
- Ya se fue.
- Me encanta cuando se va.
- Siempre lo hace.
- Es cierto.
Mario, que está vestido de negro, voltea y mira a Carolina a los ojos.
- No soy tu prima.
- Nunca lo fuiste.